20-05-2020
El COVID-19 en Cancún: epidemia y vulnerabilidad en un destino turístico de clase mundial
Cristina Oehmichen & Consepción EscalonaLa ciudad de Cancún, construida en torno a la actividad turística, se encuentra en estos momentos totalmente paralizada por la pandemia. Sus trabajadores han sido los principales afectados, poniendo en evidencia la vulnerabilidad del modelo.
Crédito Fotografía: Archivo Alba Sud. Cancún.
El turismo ha colocado a México entre los diez países más visitados del mundo. De ahí que se le haya identificado como un país con turismo de clase mundial. El estado de Quintana Roo, donde se encuentra Cancún, aporta la tercera parte de las llegadas de turistas internacionales que viajan a México. Basta ver las cifras para darnos una idea de su importancia: de enero a noviembre de 2019 por avión llegaron a Quintana Roo 22.8 millones de personas y en crucero 7.2 millones, dejando una derrama superior a los 15 mil millones de dólares. El 63.4% de los visitantes fueron extranjeros y 36.6% nacionales. La mayor parte de los turistas extranjeros procedían de Estados Unidos (47.8%) y Canadá (14.1%); un 25.0% correspondió a personas de otros países emisores, sobre todo de Europa y Asia. El 2.8% llegaron de Colombia, 2.7% de Argentina y los demás de otros lados.
Era de esperar que el año 2020 tuviera una afluencia similar o superior a la de los años anteriores, pero llegó la pandemia. Con ello se abrió una crisis cuya complejidad pone al descubierto la articulación del turismo con una amplia gama de actividades y procesos interconectados y globalmente interdependientes.
Los primeros efectos de la pandemia de COVID-19 en Quintana Roo fueron mediáticos. Antes de que se registrara el primer contagiado, se encendieron las alertas. El 26 de febrero un crucero de MSC Meraviglia atracaba en Cozumel, después de que Jamaica e Isla Gran Caimán rechazaran su petición de permitir que 4500 pasajeros y 1500 tripulantes descendieran en sus puertos, debido a un caso sospechoso de coronavirus. La solicitud del crucero ocasionó que un grupo de treinta habitantes protestara y tratara de impedir el desembarco, aunque después de una inspección sanitaria se comprobó que la persona enferma no tenía COVID.
En todos los destinos turísticos de Quintana Roo se esperaba la llegada de la Semana Santa. En Cancún, Isla Mujeres y Puerto Morelos en el norte, en la Riviera Maya (que incluye Playa del Carmen y Tulum), en los dos puertos de desembarco de cruceros (Cozumel y Mahahual) y en Bacalar, los hoteleros, tour-operadores, restauranteros, guías de turistas, choferes, taxistas y otros trabajadores esperaban la llegada de turistas, pues Semana Santa es una de las temporadas de mayor afluencia de vacacionistas. Pero los turistas no llegaron.
Desde los primeros días de marzo se comenzaron a sentir los efectos del COVID-19. El aeropuerto de Cancún disminuyó drásticamente sus operaciones. Se esperaba que en Semana Santa llegarían entre 550 y 580 vuelos diarios, pero desde inicios de marzo ya se habían reducido las llegadas a solo 200. Para abril el número de vuelos se habían reducido en un 80%, con lo cual dejaron de llegar cerca de un millón de pasajeros [1]. En el aeropuerto de Cozumel también se registró una caída en marzo, al dejar de movilizar a más de 30,000 pasajeros y en abril tuvo que cesar sus operaciones.
Las cancelaciones de vuelos provocaron un efecto dominó que afectó a toda la cadena productiva, pues dejaron de llegar los turistas, lo que llevó al cierre de hoteles, restaurantes, museos, parques temáticos, tiendas departamentales y visitas a zonas arqueológicas, entre otras muchas actividades.
En este artículo exploramos los primeros efectos que ha tenido la pandemia del COVID-19 en una de las ciudades creadas ex profeso para el desarrollo del turismo: Cancún. Para ello acudimos a entrevistas con trabajadores del turismo, así como a una revisión biblio-hemerográfica y a la aplicación de un cuestionario que fue respondida de manera electrónica durante la pandemia entre el 26 de marzo y el 30 de abril de 2020.
Cancún: un destino turístico de clase mundial
Cancún es una ciudad creada expresamente para el turismo, construida en una región escasamente habitada, conformada por un conjunto de pequeñas islas. En 1974 inició su operación como un destino turístico “integralmente planeado”, construido y promovido por el gobierno federal. Desde entonces, tuvo un crecimiento sostenido hasta convertirse en el destino turístico más importante de México y América Latina. Desde su creación, Cancún ha contado con una zona hotelera en donde se localizan hoteles de lujo, tiendas de marcas de reconocido prestigio, restaurantes, spas, museos y nueve campos de golf con vistas espectaculares. En otro espacio, relativamente alejado de la zona hotelera y fuera de la mirada de los turistas, se encuentran los asentamientos populares donde habitan los trabajadores y sus familias. A estos conglomerados urbanos se les conoce como “regiones” y “supermanzanas” y en ellos también se encuentran asentamientos irregulares a donde se van acomodando los nuevos inmigrantes que van haciendo de Cancún su lugar habitual de residencia.
Fuente: Archivo Alba Sud.
Cancún es una urbe de contrastes con una muy marcada polarización económica y social. En ella se distingue claramente la zona hotelera de las colonias que albergan a la población local. Hay también un espacio intermedio ubicado en el centro de la ciudad en el que se encuentran áreas residenciales, oficinas gubernamentales, hospitales, notarías, tiendas departamentales, tiendas de autoservicio, de venta de autos, restaurantes y otros negocios.
La zona hotelera se extiende por 21 kilómetros a lo largo del litoral, de tal forma que todos los hoteles tienen vista al mar azul turquesa, la misma que le quitan a quienes no se encuentran hospedados en ellos, pues prácticamente han logrado acaparar el acceso a la mayoría de las playas. En ella se localizan hoteles, campos de golf, restaurantes, comercios, tiendas y servicios enfocados al turismo, así como algunos conjuntos residenciales de lujo, exclusivos, cerrados y con sistemas de seguridad. Apartada de la zona turística, en el área continental, se encuentran los lugares de asentamiento de los trabajadores, desempleados e inmigrantes. A través de esta estructura urbana, desde un inicio sus planificadores trataron de evitar que el crecimiento desordenado invadiera la zona turística. Cuando los turistas llegan del aeropuerto a la zona hotelera, no necesitan pasar por las colonias populares. Estas se encuentran alejadas de su mirada y pareciera que se llega a otro país.
Cancún ha tenido un éxito sorprendente. Muy pronto se convirtió en el primer destino turístico de México y América Latina debido a la belleza de sus playas, a la riqueza cultural que representan las zonas arqueológicas y sitios de interés histórico, y su alta conectividad con vuelos directos a 187 aeropuertos del mundo.
El éxito de Cancún atrajo nuevas inversiones turísticas, que se expandieron hacia el sur. A lo largo de la carretera Cancún – Tulum se fueron instalando nuevos hoteles y resorts en una larga franja costera, la cual recibiría el nombre de “Riviera Maya”, marca que hoy es reconocida internacionalmente.
La “Riviera Maya” alberga numerosos atractivos naturales, tales como playas de fina arena y un mar azul turquesa, que forman parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM), un ecosistema de aproximadamente 1000 km de longitud localizado en el mar Caribe, el segundo arrecife de coral más grande del mundo. También cuenta con cenotes y mares de agua cristalina en los que se puede nadar con peces multicolores, además de atractivos culturales, tales como interesantes zonas arqueológicas [2] y museos, entre estos el Museo Maya de Cancun, el Museo Subacuático de Arte (MUSA), así como los Planetarios Sayab en Playa del Carmen y Ka’Yoc’ en Cancún. En la Riviera Maya se localiza Playa del Carmen, una ciudad que antiguamente era un pequeño pueblo de pescadores. Su calle principal se llama “Quinta Avenida”, donde hay tiendas de clase internacional y el conjunto Playacar, que es un condominio cerrado donde hay hoteles, casas y departamentos de lujo. Playa del Carmen cuenta con un embarcadero del ferry que realiza traslados hacia la isla de Cozumel.
En la Riviera Maya también se encuentra el pueblo de Tulum, donde uno de sus atractivos turísticos es la zona arqueologica del postclasico tardío denominada Tulum (que significa “cerco” o “seto” en lengua Maya). Esta ciudad fue un puerto importante, un centro comercial y de peregrinaje. Algunos de sus edificios están construidos en honor al Dios Descendente identificado con la deidad del maíz. Así mismo, otra de sus estructuras se cree que está erigida en honor al Dios del viento [3]. En Tulum, existe también un Santuario Maya en honor a la Cruz Parlante, cuyo culto inició durante el movimiento social maya del siglo XIX, conocido como “Guerra de Castas” [4]. También en la Riviera Maya se localizan algunos otros desarrollos turisticos e inmobiliarios cerrados, como el de Puerto Aventuras. Asimismo, están los parques temáticos Xcaret, Xel-Há y Xoximilco, que pertenecen a un grupo empresarial mexicano coocido como “Grupo Xcaret” y el parque tematico Vidanta, donde se tiene contratado de manera permanente el espectáculo de la empresa canadiense Cirque du Soleil.
El éxito de Cancún y la Riviera Maya, sin embargo, no sólo se debe a sus bellezas naturales. Su prosperidad hay que atribuirla también a las facilidades que el Estado mexicano ha otorgado a los inversionistas. Desde la década de 1970, el gobierno en turno acudió al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para financiar las obras de infraestructura y hotelería. Asimismo, se otorgaron facilidades a los inversionistas, entre ellos magnates y políticos mexicanos, a quienes se les autorizó la construcción de grandes hoteles y resorts sobre las dunas y manglares, incluso sobre terrenos con vestigios arqueológicos. Otro incentivo es que la abundante mano de obra muy barata, polivalente y disciplinada proveniente de toda la República Mexicana, pero principalmente de la zona maya de Quintana Roo y del Estado de Yucatán.
Los trabajadores polivalentes y la seguridad social
Es difícil hacer una clara distinción entre los trabajadores que cuentan con empleos formales y los informales, pues sea cual fuera el caso, se trata de una mano de obra muy barata, polivalente y precarizada.
En Cancún y la Riviera Maya se encuentran las principales cadenas hoteleras, con predominio de las españolas y estadounidenses, entre ellas Riu, Barceló, Oasis, Meliá, Iberostar, Palladium, Marriot, Hard Rock, Royal Holiday, Holiday Inn, Fiesta Americana, Wyndham, Ritz y Club Méditerranée, entre otras. Aunque es posible que los hoteles de estas cadenas cuenten una plantilla de personal estable, con empleos formales, la mayoría de los trabajadores tiene contratos de trabajo temporal, lo cual los coloca en una situación de vulnerabilidad ante la fluctuación entre periodos de empleo y desempleo.
Fuente: Ernest Cañada | Archivo de Alba Sud.
En los hoteles se labora con horarios intensivos bajo un sistema que en la jerga local se le conoce como “horarios segmentados”. Los supervisores y jefes acomodan a los empleados de acuerdo con su desempeño. Así, quienes demuestran una mayor productividad son asignados a los “horarios pico”, cuando hay un mayor movimiento de visitantes y mayores oportunidades de recibir propinas por sus servicios. Los trabajadores que muestran una menor productividad son asignados a los horarios en los que hay menor afluencia de gente. Reciben poca propina y en el menor de los descuidos son despedidos. Las jornadas de trabajo idealmente son de ocho horas, pero en la práctica se trabaja de manera intensiva hasta 10 o 12 horas: “ahí todos sabemos en hotelería que nunca trabajarás ocho [horas] sino 10 como mínimo. Los jefes trabajan 12 horas diarias”. En los días de mayor afluencia de turistas, los trabajadores pueden pasan la jornada laboral sin tomar un descanso para ingerir alimentos: “Sí el día era movido simplemente no comes”, comenta un trabajador que pidió guardar el anonimato.
La mayoría de los trabajadores y trabajadoras, tanto de Cancún como de la Riviera Maya, habitan en las colonias populares y “pueblos de apoyo” que se encuentran alejados de las zonas hoteleras. En muchos casos, los hoteles prestan servicio de transportación gratuita a sus trabajadores, con lo que evitan la creación de asentamientos irregulares en las cercanías, además de lograr una reducción del pago de impuestos, ya que el apoyo al transporte es considerado una acción social de beneficio a la comunidad.
Aunque los trabajadores están sindicalizados, sus organizaciones funcionan más bien como bolsas de trabajo y suelen operar como estructuras de control y disciplinamiento de la fuerza de trabajo. Llama la atención que en las cifras que se reportan sobre conflictos laborales, haya habido cero huelgas en los últimos diez años (INEGI 2015).
Los hoteleros tratan de eludir los compromisos laborales con sus trabajadoras y trabajadores y para ello cuentan con el apoyo gubernamental. Por ejemplo, para evitar que un trabajador acumule antigüedad y adquiera derechos, es menester que le den un contrato por cuatro meses de trabajo y uno de descanso. A esta forma se le conoce como “sistema cuatro por uno”. Con ello, los hoteleros logran evadir responsabilidades diversas, como podrían ser pago de indemnización por enfermedades profesionales, o pago de pensión por jubilación y cesantía en edad avanzada. Esta forma de contratación afecta de manera particular a las recamareras, quienes al paso de los años desarrollan diversas enfermedades musculo esqueléticas, como lo ha demostrado Cañada [5]. Si al paso de los años algún trabajador o trabajadora quisiera demandar una pensión por enfermedad profesional no puede, pues no hay un patrón a quien demandar o al que se le pueda hacer responsable de la enfermedad. Los trabajadores quedan, pues, en la más absoluta indefensión.
Otra forma que tienen los hoteleros para maximizar sus ganancias y reducir el costo de la mano de obra, es la externalización de la mayor cantidad de procesos de trabajo que les sea posible, a través del outsourcing, donde las responsabilidades hacia los trabajadores y trabajadoras se trasladan a empresas fantasmas o que nacen y desaparecen de la noche a la mañana. Muchas de las labores que necesitan los hoteles son gestionadas por este tipo de empresas contratistas que se encargan de múltiples labores, entre ellas, las de mantenimiento, el lavado de ropa, jardinería y vigilancia.
La mayoría gana un reducido salario, que en diversos casos se complementa con las propinas que les dejan los turistas, o el pago de una pequeña comisión. Con las propinas o comisiones los trabajadores pueden elevar sus ingresos según las actividades que realicen, el trabajo que desempeñen y el tipo de turista al que atienden. Es frecuente que prefieran a turistas nacionales y a los estadounidenses pues acostumbran dejar propinas, no así los españoles, que por lo general no les dan nada. Esto es así porque el turista actúa de acuerdo con las experiencias previas en su lugar de origen y en España los trabajadores tienen un ingreso que no depende de las propinas que les dan los clientes o los turistas.
Fuente: Ernest Cañada | Archivo de Alba Sud.
Fuera de los hoteles existe un amplio universo de trabajadores, formales e informales, que se desempeñan en diferentes actividades: choferes, taxistas, motoristas, empleados de tiendas y almacenes, meseros, galopinas, lava-trastes, guías de turistas, vendedores de tours, de artesanías, de tiempos compartidos, de paquetes turísticos, además de cantantes, músicos, bailarines, danzantes, trabajadoras del hogar y otros oficios. Unos reciben salario, otros sólo comisión o sólo propina.
Muchos trabajadores y trabajadoras informales no reciben salario y, por el contrario, pagan por trabajar. Es el caso de los maleteros que auxilian a los turistas en el aeropuerto y les ayudan a cargar sus maletas, conducirlos hacia el taxi o quienes auxilian a las personas que viajan en sillas de ruedas.. Ellos no reciben salario y, por el contrario, deben pagar una cuota a algún funcionario menor o intermediario para que se les permita trabajar. Al igual que en todo México, los trabajadores que laboran en los centros comerciales y ayudan a empacar los productos, o ayudan a encontrar espacio para estacionarse, así como los lavacoches, pagan por trabajar. En todos estos casos, la propina es el ingreso que obtienen para vivir y no cuentan con otros recursos. Los choferes del aeropuerto, por ejemplo, reciben un salario de 150 pesos por día (alrededor de 8 dólares por jornada de ocho horas), pero lo reducido de su salario se compensa con las propinas que dan los turistas. Por ello, lo primero que ve un turista cuando sube al taxi, es un letrero en el que el chofer agradece la propina que le quieran voluntariamente dejar.
En el caso de los meseros que laboran en los distintos restaurantes, el sueldo también es muy bajo y se complementa con las propinas de los clientes. Ya es una costumbre establecida que el mesero entregue el 8% del consumo al gerente o dueño del restaurante, y él se quede con solo el 2% de las propinas. Aun si el cliente no deja propina, el mesero está obligado a entregar el 8% sobre el consumo, el cual debe pagar de su bolsillo.
Todos estos empleos, tanto del sector formal como del informal, significan formas de explotación laboral que llevan a los trabajadores y trabajadoras al límite de la subsistencia, lo que se traduce en carencia de ahorros, mala alimentación, lo que configura un escenario de alta vulnerabilidad para el arribo de la pandemia del Covid-19.
Las condiciones de vida de las y los trabajadores contrastan con el lujo de la zona turística de Cancún. Esta polarización limita la construcción de comunidad y sentido de pertenencia, a la vez que constituye un caldo de cultivo para los sentimientos de injusticia y explotación. Cancún es una sociedad desigual no sólo en términos económicos y de servicios, sino también en la manera en que se distribuyen las tragedias.
La pandemia “que trajeron los ricos”
Todo comenzó con el regreso de un grupo de potentados empresarios que a esquiar a Vail, Colorado, que fueron en un viaje privado, y que regresaron a México contagiados de COVID-19. Al menos así se interpretaba en diferentes partes del país. En Cancún, en marzo había trabajadores que aseguraban que no podrían ser afectados por el nuevo coronavirus, pues pensaban que la enfermedad solo les daba a los “ricos” que viajaban a Europa y Estados Unidos. Al inicio se pensaba que era una enfermedad “de ricos” y que a ellos no les iba a llegar. Dicha interpretación tiene que ver con los imaginarios que se fueron construyendo de la pandemia por los medios masivos de comunicación. Como en otros lados, la epidemia viajó de los lugares turísticos a los lugares de residencia de los trabajadores; de las casas de las personas con capacidad económica para viajar, a los hogares de quienes los atienden.
La pandemia del COVID-19 llegaba a México en vuelos internacionales. Arribaba a un país donde más del 50% de la población vive en la pobreza y en el que prevalecen enfermedades relacionadas con la mala alimentación. La obesidad es una de ellas y se le considera una enfermedad crónica que acentúa y agrava patologías graves como la diabetes, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares. De acuerdo con la Secretaría de Salud, en México siete de cada diez adultos, cuatro de cada diez adolescentes y uno de cada tres niños presentan sobrepeso u obesidad, por lo que se considera un grave problema de salud pública.
Fuente: Consepción Escalona.
Asimismo, se estima que 90 por ciento de los casos de diabetes mellitus tipo 2 son atribuibles al sobrepeso y la obesidad. En México tres de cada 20 fallecimientos se deben a la diabetes. Se calcula que de 2000 a 2016 se acumularon más de un millón 200 mil decesos como consecuencia de la diabetes. Ello explica por qué, en el mes de abril, el 44.33% de las personas fallecidas haya correspondido a personas que sufrían hipertensión; el 39.69% padecían diabetes y el 37.63% también tenían obesidad.
Así, el 27 de febrero de 2020 se presentó el primer caso de COVID-19 en la Ciudad de México y, con los antecedentes arriba indicados, el 23 de marzo el Gobierno Federal inició su programa de “sana distancia”. En todo el país se suspendieron actividades, incluyendo el cierre de escuelas y universidades. En Quintana Roo 475 mil alumnos de todos los niveles educativos suspendieron clases en esa fecha. Un día antes, la Secretaría de Turismo del Estado emitió un comunicado difundido en redes sociales, en el que señaló que se tenía un 36% de ocupación hotelera, donde se alojaban un poco más de 80,000 personas. Respecto al empleo, el Gobernador del Estado resaltó que en el programa “Juntos saldremos adelante” promovido por su gobierno, buscaba llegar a un acuerdo con el sector productivo (así le dicen a los empresarios) para proteger el empleo, y a las y los trabajadores durante la contingencia. Pidió a la población retirarse a sus casas con la certidumbre de que tendría un empleo y un ingreso para pasar esta temporada.
El COVID-19 en Cancún
Como dijimos, todos (hoteleros, trabajadores, taxistas) aguardaban la llegada de las vacaciones de Semana Santa para obtener ingresos, pero en lugar de turistas llegó la pandemia. Los vuelos procedentes de Europa, Estados Unidos y Canadá, principales mercados emisores de turistas, se habían reducido al máximo. El 30 de marzo la ocupación hotelera bajó al 7 por ciento. Según la Asociación de Hoteles de Cancún, este destino cerró febrero con 86,1% de habitaciones ocupadas, pero con la expansión del COVID-19, la llegada de turistas se derrumbó a 7,1% en Cancún, y se advertía que la situación era peor en la Riviera Maya.
A finales de marzo, los hoteles seguían operando, pero ya había enfermos. El estado de Quintana Roo, del cual forma parte Cancún, registraba en el corte del 29 de marzo un total de 42 casos positivos de coronavirus, un caso en Tulum y uno en Cozumel.
Se advertía que el sector más golpeado en Quintana Roo estaba siendo el de viajes y el del turismo, del cual depende más del 85% de la economía del estado. La afectación se sintió de inmediato debido a que Cancún y la Riviera Maya dependen en gran medida del turismo internacional, siendo Estados Unidos, Canadá y varios puntos de Europa los principales emisores de turistas. Junto con la suspensión de vuelos y cierre de hoteles, las discotecas, visitas guiadas, visitas a zonas arqueológicas fueron suspendidas.
La llegada de la pandemia significó una caída drástica del empleo. Los grandes complejos hoteleros decidieron cerrar mientras durara la contingencia. Grandes cadenas como Excellence, Grupo Riu, Hard Rock International y Grupo Xcaret, entre otros, optaron por el cierre temporal para minimizar pérdidas. De todos ellos, solo el Grupo Xcaret hizo público su compromiso de cerrar y mantener el salario de sus 13 mil trabajadores y trabajadoras. Esto no ocurrió con los demás.
Se calcula que tan solo en el sector hotelero de Quintana Roo, más de 200,000 empleos directos y más de 400,000 indirectos fueron afectados con el cierre de actividades. Por ello, el gobernador llamó a empresarios y centrales sindicales a firmar “un pacto”, al cual se sumaron 600 empresas, en las que se comprometieron a no despedir a sus trabajadores en medio de la crisis sanitaria. Les pidió a los empresarios su solidaridad, porque “Quintana Roo les ha dado mucho a esos empresarios; les ha dado ganancias y retornos de inversión”. Se calcula que tan solo en 2019, el estado Quintana Roo aportó más de 15.000 millones de dólares, del total de los 24.563 millones que ingresan al país por concepto de turismo.
Fuente: Consepción Escalona.
Discotecas, visitas guiadas o visitas a zonas arqueológicas se cancelaron. Frente al desplome de visitantes, grandes complejos hoteleros decidieron cerrar mientras dure la contingencia grandes cadenas como Excellence, Grupo RIU, Hard Rock Internacional o Grupo Xcaret optaron por el cierre temporal para minimizar pérdidas. Y la crisis anticipa una oleada de despidos de trabajadores. No obstante, otros continuaron operando, sobre todo con visitantes procedentes de Estados Unidos, cuyos vuelos disminuyeron, pero no se suspendieron. Llegaban a hoteles que garantizaban un escrupuloso cuidado para garantizar la salud de sus huéspedes. Uno de ellos fue el hotel que el grupo Vidanta tiene en la Riviera Maya, donde cuentan con un plan integral de prevención.
¿Cómo sobrevivir en medio de la pandemia?
Desde que comenzó la pandemia, el municipio de Benito Juárez, que es donde se localiza la ciudad de Cancún, estuvo entre los primeros lugares nacionales con el mayor número de enfermos y defunciones por COVID-19, solo por debajo de la Ciudad de México y de las ciudades de Tijuana y Mexicali, fronterizas con Estados Unidos y que reciben un elevado número de migrantes.
Para el 10 de mayo, fecha de cierre de esta investigación, en el municipio de Benito Juárez se habían reportado 813 casos de personas confirmadas con COVID-19, 109 sospechosas y 143 defunciones en Benito Juárez [6]. Su situación contrasta con la que se presentó en los demás municipios de Quintana Roo, como se puede apreciar en la tabla 1.
Asimismo, llama la atención que el municipio de Benito Juárez haya tenido casi el mismo número de personas confirmadas con enfermedad COVID-19 que todo el estado vecino de Yucatán. En cuanto a defunciones, Benito Juárez tiene 3,1 veces más que todo el estado vecino de Yucatán, estado que tiene tres veces más población que Benito Juárez, como puede apreciarse en la tabla 2.
De ahí que no podamos evitar preguntarnos por la importancia que tiene el turismo en la mayor vulnerabilidad de la población frente a la pandemia, considerando que Benito Juárez tiene una muy alta movilidad y conexión global, frente al estado de Yucatán, que no es hasta hoy un estado eminentemente turístico, como si lo es el estado de Quintana Roo, y más particularmente, el municipio de Benito Juárez. Estas cifras podrían explicarse por el hecho de que Benito Juárez es una ciudad turística, por lo que cuenta con una mayor movilidad, tanto de turistas como de trabajadores migratorios, y una mayor conexión de vuelos tanto nacionales como internacionales.
Para el 30 de abril, Quintana Roo había alcanzado su pico máximo de enfermos confirmados (su acmé) por lo que, a partir de entonces, se comenzó a anunciar el posible regreso a las actividades productivas para el 1 de junio. Para ello, se calculó que el número de enfermos se estabilizaría, para posteriormente comenzar a descender, cuestión que podría suceder siempre y cuando se mantuvieran las medidas estrictas de la Jornada Nacional de Sana Distancia.
Entre hoteleros, restauranteros y otros empresarios se planteó un retorno paulatino a las actividades económicas a partir del 1 de junio. Incluso se planteó vender la idea de promocionarse como hoteles libres de Covid-19. El “Covid-fee” fue propuesto por la Asociación de Hoteles de Cancún, Puerto Morelos e Isla Mujeres, para contar con un distintivo que fuera expedido por la Secretarias Estatal de Turismo y de Salud. Claro que no es sencillo porque depende en buena medida del restablecimiento de los mercados emisores: Estados Unidos y Canadá, que en conjunto representan el 43% del mercado que recibe el Caribe mexicano, por lo que su apuesta es a incentivar el mercado nacional.
Ante la crisis, el Gobierno Federal hizo un llamado a los empresarios para actuar de manera solidaria, lo que significa suspender las actividades que no fuesen indispensables, y otorgar el permiso a sus trabajadores para permanecer en sus hogares con goce de salario. Desde luego, en un país donde más del 50 % de los trabajadores laboran en empleos informales y en pequeñas unidades familiares, no se podría obligar a todos a seguir las mismas medidas.
En Quintana Roo, desde mediados de marzo, cuando iniciaba la pandemia, Mario Machuca, presidente de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), que agrupa a casi todos los trabajadores del sector hotelero, estimaba que al menos 40% de los trabajadores de ese estado perderían su empleo, lo que significaría el despido de alrededor de 80 mil empleados. Entre los primeros afectados estuvieron los trabajadores de la construcción, quienes ante la suspensión de actividades se quedaron sin empleo y sin ingresos. El gobierno del Estado fletó autobuses que llevaron a estos trabajadores a sus pequeñas comunidades rurales de origen, ubicadas en los estados de Yucatán, Veracruz y Tabasco. Es posible que el aumento en los contagios en estos estados se haya debido a estas migraciones internas de retorno.
En Cancún algunos empresarios decidieron sostener el salario de sus trabajadores durante la cuarentena. Es el caso del Grupo XCaret, que decidió pagar su salario a los 13 mil trabajadores del 23 de marzo al 1º. de junio, fecha en que habían planeado retornar a sus actividades. Pero este caso no es el de todos. Otro grupo mexicano de hoteleros y de atracciones turísticas importante es Vidanta, el cual tiene un hotel y contrata al Cirque du Soleil en la Riviera Maya. Dicho grupo fue denunciado por la Secretaría del Trabajo federal de haber despedido a sus 20 mil trabajadores, pero de inmediato lo desmintió. En algunos, se decidió pagar sólo la mitad del salario y en otros más, no pagarles nada. Otros más, solicitaron a los trabajadores hacer cuarentena y apoyar a la empresa “de manera solidaria”, esto es, sin salario. Todo ello, a cambio de la promesa de ser recontratados una vez que pasara la emergencia sanitaria. Sin embargo y de acuerdo con datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) del 13 de marzo al 6 de abril, Quintana Roo reportó una pérdida de empleos de 63.847 puestos de trabajo.
Dada la insuficiencia de información y para conocer las estrategias seguidas por trabajadores hoteleros, restauranteros y de otros servicios, del 26 de marzo al 30 de abril, se levantó un cuestionario para ser respondido de manera electrónica con el objetivo de identificar las principales estrategias de los trabajadores que radican en Cancún para hacer frente a la pandemia. El cuestionario constó de 22 preguntas y se distribuyó a través de correo electrónico, Messenger de Facebook y WhatsApp. El cuestionario fue respondido por 72 trabajadores, de los cuales 44 (61.1%) son hombres y 28 (38.9%) mujeres
A la pregunta ¿De qué manera se le retribuye o retribuía a usted por su trabajo? 36 trabajadores (el 51%) respondieron que salario, 17 (el 23%) dijeron percibir salario y propinas, 14 (el 19%) salario y comisión, 4 (0.5%) sólo comision y uno (0.1%) sólo propinas (Ver gráfica 1)
El 72.2% de los que respondieron, dijeron que en su empleo les dieron permiso para faltar a su trabajo por la contingencia y 27.8% fue obligado a continuar laborando a pesar de haberse declarado la emergencia.
A la pregunta sobre si les sostienen el salario durante la emergencia, el 59.7% respondió de forma afirmativa, pero sólo el 13.9% recibía su salario completo. El otro 40.3% dijo que sus patrones no le sostenían el salario. Además, el 76.4% manifestó no tener otra fuente de ingresos (ver gráfica 2).
Más adelante se les preguntó si contaban con ahorros para sobrevivir en la pandemia: el 68.1% dijo que sí, frente al 31.9% que respondió de forma negativa. De quienes contaban con ahorros, solamente nueve dijeron tener ahorros para vivir 4 meses; el resto podia sobrevivir menos de dos meses. Aquí destaca el que 12 trabajadores tenían ahorros solo para una semana, y 14 para dos semanas (ver gráfica 3).
Dadas las condiciones de precariedad, cabría esperar que los trabajadores contaran con otras formas de sobrevivir en la pandemia. De ahí que se les preguntara que, en caso de necesitar dinero de forma urgente, a quien acudirían: el 31.3% respondió que acudiría a sus familiares; 27.0% a sus amigos y 20.9% al banco. El resto de respuestas indican que irían a su empleador (7%); al gobierno (7.%), a sus vecinos (5.2%) y a un prestamista (1.7%).
Lo anterior muestra las condiciones de vulnerabilidad en que viven las personas que trabajan en esta ciudad turística, frente a una eventualidad tan drástica como una pandemia. Esta no es la primera vez que en Cancún atraviesan por tal situacion. En 2009, con la emergencia del virus AH1N1, miles de trabajadores fueron despedidos de sus empleos, los hoteles de Cancún quedaron vacíos, el turismo internacional dejó de llegar.
Conclusiones
La invasión humana de nichos ocupados por otras especies animales vino a confirmar las predicciones que habían hecho los epidemiólogos sobre una futura crisis de carácter planetario. Esta no es la primera emergencia sanitaria del siglo XXI, pero sí la primera en que dos mil millones de personas en todo el mundo se encuentran confinadas en sus hogares de manera simultánea. Actualmente la sociedad mundial enfrenta el desafío del COVID-19, virus que no solo constituye un problema sanitario, sino que también trastoca la vida cotidiana, la manera de relacionarse, de producir, de comunicarse y de gobernar, entre otras muchas cosas. El turismo no puede ser la excepción.
La emergencia sanitaria viene a cuestionar el tipo de desarrollo turístico que promueve su crecimiento a costa de la destrucción de los recursos naturales y la pobreza de la población de los países y regiones receptoras.
Cancún es una ciudad creada ex profeso para el turismo y, al ser esta su principal y casi única actividad económica, quedó inerme ante la pandemia, como en el pasado ocurrió con la influenza provocada por el virus AH1N1 que en 2009 también dejó sin empleo a miles de trabajadores. Pero aún antes, Cancún ha debido pagar los efectos del cambio climático. El arribo del huracán Vilma el 22 de octubre del 2005 ocasionó daños materiales millonarios; propició la pérdida de empleos y un fuerte impacto ambiental, ya que las playas se quedaron sin arena y el manglar sufrió los embates del viento. Cuatro meses después del meteoro, inició el proyecto de recuperación de playas [7]. Cancún se renovó, se reconstruyeron hoteles, calles, avenidas, pero aún años después las “regiones” y “supermanzanas” seguían aguardando el apoyo para reconstruir viviendas y calles que fueron devastadas.
Aunque esta ciudad turística ha generado enormes riquezas, las ganancias no se ven reflejadas en una mejora en la calidad de vida de su población, ni una mejora sustancial de las condiciones laborales e ingresos sus trabajadores. En esta emergencia la mitad de las personas encuestadas manifestó no recibir salario alguno durante la cuarentena. Se decía que la gente había ido a hacer un “descanso solidario”, esto es, se solidarizaban con las grandes cadenas multinacionales del turismo. Entre quienes obtuvieron salario, no todos lo recibieron completo. Una parte importante de trabajadores, no recibió nada: los propineros, los comisionistas y todos los que pagan por trabajar, no tuvieron ingresos para pasar la cuarentena. Lo mismo podemos decir de las cientos de trabajadoras del hogar que fueron despedidas o mandadas a descansar sin salario, pues todo quedó a la buena voluntad de sus patronas ante la incapacidad del Estado de hacer valer la ley para protegerlas.
Fuente: Consepción Escalona.
Lo anterior nos lleva a inquirir sobre el número de contagiados y de defunciones por el coronavirus. Cancún es una ciudad de clase mundial generadora de cuantiosos ingresos, por lo que era de esperar una mejor condición sanitaria y hospitalaria para enfrentar la pandemia, pero no fue así. Llama la atención que, teniendo casi la misma población, Cancún haya tenido 143 defunciones y Mérida, capital del vecino Estado de Yucatán, haya registrado solo 24 muertes por el coronavirus, según los datos registrados en el corte del 11 de mayo de 2020. Esto es: Cancún tuvo casi seis veces más defunciones que Mérida, si es que las cifras oficiales son correctas. ¿Por qué la diferencia? Estas preguntas quedan abiertas para responder a la luz de una última pregunta: ¿qué tipo de modelo turístico se necesita para reducir la vulnerabilidad de la población de las ciudades turísticas ante las futuras pandemias?
Hoy más que nunca se requiere repensar el tipo de turismo a desarrollar en el corto plazo, considerando que tres eventos (un huracán y dos epidemias) se presentaron en un lapso menor a dos décadas. Ello nos advierte que muy pronto puede llegar otro evento de este tipo, considerando también que el cambio climático está en marcha y seguirá agudizándose si no cambiamos nuestras formas de producción y de consumo. Como parte de ello, no habrá que escatimar recursos para arribar a un turismo sustentable y con sentido social, respetuoso de la biodiversidad: un turismo con responsabilidad social.
El hecho de que una pequeña ciudad como Cancún tenga tres veces más de defunciones por COVID-19 que todo el estado vecino de Yucatán, nos mueve a reflexionar sobre la vulnerabilidad de los trabajadores del turismo y en la necesidad de impulsar un turismo socialmente responsable. El de Cancún, no lo es.
Los virus son una amenaza invisible, pero no sus efectos: las enfermedades y las defunciones están ahí causando estragos, generando miedo, desconfianza y un afán de protegerse. Un virus representa una amenaza que no se ve. Su propagación crea ambientes propicios para que otras “epidemias” subyacentes germinen, entre ellas el clasismo, el racismo, la xenofobia, el machismo y otras fobias, donde los prejuicios, la estigmatización y/o la segregación de “el otro”, que pueden tener una rápida propagación y afectar seriamente a las sociedades estigmatizadas. Así sucedió en Cancún durante la pandemia del 2009. Ahora, justo once años después, la experiencia se repite, pero acrecentada y magnificada, por la extensión y agresividad de un virus altamente contagioso, para el cual hasta hoy no se cuenta con medicina ni con vacuna. Si no se hace un balance sobre los emprendimientos turísticos que terminan por destruir los recursos naturales, la vulnerabilidad de los turistas y de las sociedades receptoras será un caso recurrente en los próximos años. La pandemia del COVID-19, ha puesto en la mesa de discusion el tipo de desarrollo a seguir. No podemos pues, regresar a la normalidad que ha provocado el desastre.
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